PARROQUIA DE LA STA CRUZ

Barrio de la Cruz. Bilbao (Begoña)

27 octubre, 2006

LA OTRA MUJER

Después de 21 años de matrimonio, descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor. Desde hace poco había comenzado a salir con otra mujer, en realidad había sido idea de mi esposa.
-Tú sabes que la amas - me dijo un día, tomándome por sorpresa-. La vida es demasiado corta debes dedicarle tiempo.
- Pero yo te amo a ti- protesté. Lo sé. Pero también la amas a ella.
La otra mujer, a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, que era viuda desde hacía 19 años, pero las exigencias de mi trabajo y mis 3 hijos hacían que sólo la visitara ocasionalmente. Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.
-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien? me preguntó. Mi madre es el tipo de mujer para quien una llamada tarde en la noche, o una invitación sorpresa es indicio de malas noticias.
- Creí que sería agradable pasar algún rato contigo, le respondí, los dos solos. Reflexionó sobre ello un momento. - Me agradaría muchísimo, dijo.

Ese viernes mientras conducía para recogerla después del trabajo, me encontraba algo nervioso, era el nerviosismo que antecede a una cita... y ¡por Dios!, cuando llegué a su casa, advertí que ella también estaba muy emocionada con nuestra cita. Me esperaba en la puerta con su abrigo puesto, se había rizado el cabello y usaba el vestido con que celebró su último aniversario de boda, su rostro sonreía e irradiaba luz como un ángel.
- Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo, y se mostraron muy impresionadas -me comentó mientras subía a mi auto-. No pueden esperar a mañana para escuchar cómo ha ido nuestra velada.
Fuimos a un restaurante no muy elegante pero sí acogedor, mi madre se aferró a mi brazo como si fuera "La primera dama". Cuando nos sentamos, tuve que leerle el menú. Sus ojos solo veían grandes figuras.
Cuando iba por la mitad de los entrantes, levanté la vista; mamá estaba sentada al otro lado de la mesa, y me miraba. Una sonrisa nostálgica se le dibujaba en los labios. - Era yo quien leía el menú cuando eras pequeño, me dijo. - Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolver el favor, respondí.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación; nada extraordinario, sólo ponernos al día en la vida del otro. Hablamos tanto que nos perdimos el cine.- Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar - dijo mi madre cuando la llevé a casa. Asentí.
-¿Cómo estuvo tu cita? - quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
- Muy agradable... mucho más de lo que imaginé... -Contesté.
Días más tarde mi madre murió de un infarto, todo fue tan rápido que no pude hacer nada.
Al poco tiempo recibí un sobre con la copia de un cheque para el restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo, y una nota que decía: " La cena la pagué por anticipado, estaba casi segura, de que no podría estar allí, pero también pagué dos platos: uno para ti y el otro para tu esposa, jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mí. Te quiero hijo

Sigue...

08 octubre, 2006

CUANDO SEAS VIEJO



El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y entiéndeme. Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme mis zapatos, recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las mismas cosas.

Si cuando hablas conmigo, repito y repito las mismas cosas que sabes de sobra cómo terminan, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.

Cuando estemos reunidos y sin querer me haga encima mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuántas veces siendo niño te ayudé y estuve pacientemente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.

No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda las veces que te perseguí y los mil pretextos que inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que yo soy el niño ahora.
Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y una educación para enfrentarte a la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia contigo.

Cuando en algún momento, mientras hablamos, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te burles de mí; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con que me escuches en ese momento.

Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuánto puedo y cuánto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir. Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme, como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.

Por último, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y sólo quiero morirme, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño o con cuánto te ame. Trata de comprender que ya no vivo sino que sobrevivo, y eso no es vivir.

Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces que con el paso que me adelanto a dar estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo.

No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a terminar el mío.

Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.


Sigue...